Entrevista a Modesto Yenes Esteban. Número dos de la Hermandad del Descendimiento.
+ IN MEMORIAM
MODESTO YENES ESTEBAN / NÚMERO DOS DE LA HERMANDAD DEL DESCENDIMIENTO.
«Sacar el Paso es lo más grande, se lleva en la sangre. En esos momentos te agarras al madero y te olvidas de todo»
Dos impresionantes filas de hermanos, con medalla colgada al pecho y alumbrando con su farol, precedían el féretro. En orden, en silencio, con respeto. Era la última despedida a un hermano de verdad, a un cofrade que sentía El Descendimiento -su Escalera- muy dentro. Modesto Yenes se fue y con él una parte viva de la historia de la hermandad. Modesto era de esas personas que allá donde iban dejaban una profunda huella y en nuestra hermandad, no podía ser menos. Luchó con agallas contra esa enfermedad que hoy le ha llevado. Con la misma ilusión y la misma fuerza que la primera vez que echó sobre sus hombros el tremendo peso de La Escalera.
El Domingo de Ramos quiso estar en la Junta de Hermandad y participar de este momento especial. Y aunque el Viernes Santo no vistió esa túnica, que hoy -a buen seguro- le acompañará en su desfile hacia la eternidad, se emocionó cuando el codo de Nicodemo volvió a salir rozando el dintel de la puerta, en un milagroso instante. Quizá sabía que era su última Semana Santa, pero la ilusión era la misma que la primera vez que su padre Narciso, de la mano, le llevó a la procesión. Hoy era él quien llevaba de la mano a su nieto, cumpliendo así una obligación no escrita más que en el fondo de lo que llamamos tradición.
El equipo encargado del mantenimiento de la página web de la Hermandad del Descendimiento tenía previsto entrevistar al hermano Modesto, que actualmente ocupaba con orgullo y responsabilidad el segundo puesto de la lista, pero llegamos tarde. No obstante, todos recordamos con una sonrisa aquella mesa redonda titulada ‘Palabras mayores’, en la que Modesto participó junto a los hermanos Pedro Herrero, Tomás Zarzuelo y Jesús Álvarez, dentro de las I Jornadas de Hermandad ‘La Escalera, hoy como ayer’. Fueron innumerables las vivencias, anécdotas y experiencias que el propio Modesto relató, siempre con esa alegría y ese tono de humor que le caracterizó durante toda su vida. Sirva como homenaje y como recuerdo a nuestro hermano este pequeño extracto de algunos de los mejores momentos de aquella tarde de febrero del año 2008.
Yo siempre he dicho de toda la vida que con la recría debería de valer, hablando castellanamente, sólo los hijos y los nietos de hermanos, porque es que antes nos llamábamos hermanos los que éramos del Santo Paso porque nos habíamos visto nacer y el Paso salía de la Capilla mucho mejor y eso que pasábamos hambre. Y ahora hay muchos que no carecen de nada y a la hora de la verdad pues… ¡escabeche! Explicaba Modesto entre las risas de sus hermanos que disfrutaban cada vez que tomaba la palabra.
Lo de las multas comenzó porque había muchos que por chulería por estar con un amigo, era la Junta de Candelas o de Domingo de Ramos y decían ‘pues yo no voy’ y por eso la junta directiva dijo: ‘ah,¿ que tú no vas? Pues entonces en vez de cinco, diez duros de multa’. O dejas al amigo o atiendes a lo que estás apuntado. Con esa sencillez entendía Modesto Yenes la responsabilidad que adquiere un hermano cuando ingresa en una cofradía.
Hace años la procesión era distinta. Se bajaba por la calle de la Milagritos (calle Pablo Iglesias) hasta Santo Domingo y los dos Pasos Grandes esperaban a que el resto entrara en la iglesia de los Padres. La Escalera esperaba al pie del bar Asturias y El Longinos se colocaba donde hoy está el bar Rincón de Unamuno.
Pero uno de los momentos culmen de aquella tertulia llegó cuando el hermano Jesús Álvarez dijo: ‘¿por qué no cuenta Modesto Yenes la fama que le pusieron de blando?’ Modesto no se amilanó y contestó: ‘Pues si quieres lo cuento’, provocando las risas y los aplausos del público que disfrutó de lo lindo con una divertida anécdota, difícil de reproducir, porque la gracia y la sorna de sus palabras no se reflejan en el frío papel.
Lo voy a contar despacio y bien. Estaba yo cumpliendo el servicio militar en Villanubla y resulta que no quería ir nadie al palo de mi padre (el palo trasero abierto) porque había muy poco personal y mi padre dijo: ‘ponte ahí. Le ha sacado tu padre tantas veces y ¿tú no vas a ser capaz?’. Pues allá que fui con más ilusión que un perro… pero después me vendieron como Judas. Comencé a bajar el paso y cuando estaba abajo yo sólo decía ‘¡ay madrecica, ay madrecica!’, qué mal lo pase, me las vi y me las deseé. Bien me vendieron… aunque no voy a decir quién porque eso son cosas muy particulares y no voy a poner en evidencia a nadie.
Por eso empezaron a decir que si era un blando y no podía con el palo. Pero me saqué la espina. Y un año yo iba en el mismo puesto y el que iba enfrente de mí me dijo el Domingo de Ramos: ‘este año te le vuelco’. Pues no dormí desde el mismo domingo hasta el Viernes Santo, pues yo sabía que por tomarme la revancha la iba a gozar como un enano y me dije: ‘por la cara de mi madre que te hago besar el suelo’. Cuando llegué a la puerta metí las rodillas y dije: ‘ahora no le bajo aunque de aquí vaya al hospital’ y el otro me decía: ‘¡baja, baja, baja, baja, baja, baja, baja!’ y yo le contestaba: ‘aguanta ahora, no decías que me lo ibas a volcar’…
Anécdotas y bromas aparte, Modesto conocía muy bien lo que se siente cuando se abren las puertas de La Capilla y suena La Lágrima. Sacar el paso es lo más grande, se lleva en la sangre, en esos momentos te agarras al madero y te olvidas de todo. Decía el hermano, al tiempo de entornar los ojos y evocar tiempos pasados, en los que según su opinión ser hermano del paso era otra cosa. Muy socarrón decía que con cuarenta hermanos de verdad sobraba. Veinte mayores para sujetar el paso en la plaza y otros veinte para sacarlos. Porque qué adelantamos con ser tantos. Sí, en la Calle Mayor queda muy bonito tanta fila, pero ¿qué? Muchos no lo sienten y a la mayoría ni les conozco. Además a la juventud de ahora sólo lo van a sacar tres veces en la vida.
Aquella inolvidable tarde también salieron a relucir auténticas personalidades de la hermandad. Entre todos los cadenas, Modesto recordaba en especial a uno: el señor José González ‘Pepe el de la Campa’, que Dios le tenga en su gloria, ese sí que era un buen cadena. Fue un señor que sacaba el paso con mucha serenidad y sin vocear. Sin decir bobadas, sólo era ordeno y mando y abajo y abajo. Y se bajaba y se subía, pero con alegría, con a-le-gría. Escenificaba casi teatralmente Modesto sus palabras, ante la sonrisa de los presentes, que a esas horas y escuchando anécdotas de la cena de hermandad o del refresco ya habían perdido la noción del tiempo.
¿Eso de copas y farias en el refresco? El que más ponía un caldo y un bollo, luego echábamos un trago vino en ca’ de la señora Isabel y a por ella…
Hoy, el palo trasero que tantas veces cargó, quizá por herencia familiar, llora su ausencia. Y hoy sus hermanos de La Escalera notamos un intenso vacío. Se ha ido Modesto Yenes, el número dos de la Hermandad. Todos le recordaremos, igual que a Vidal Badás, decano en La Escalera y recientemente fallecido, cuando las puertas de la Capilla se vuelvan abrir el Viernes Santo. A buen seguro que desde arriba, allá donde estén, volverán a emocionarse cuando el cadena de el oído a rezar. Entonces habrá veinte hermanos que con su devoción, su esfuerzo y su ilusión vuelvan a generar el milagro, el mismo milagro del que tantas veces fueron partícipes Vidal y Modesto.
Descansen en paz.
Vidal Badás Álvarez, número 1 de la Hermandad del Descendimiento, falleció el pasado 5 de marzo de 2009. Modesto Yenes Esteban, actual número 2 en la Hermandad, murió el pasado 22 de julio a la edad de 76 años.
A la izquierda, Modesto, en foto retrospectiva, posa frente al Paso junto al «palo de su padre». Sobre estas líneas durante el refresco con el mayordomo 2.009 Félix Santamaría. Fué su último Viernes Santo. |
Vídeo del acto del que se extrajo la entrevista